En el sistema electoral venezolano y, nos atrevemos a
decir, en el cualquier país del mundo, los votos que se cuentan son de los
ciudadanos que ejercieron su derecho al voto. En otras palabras, la abstención
no produce ningún efecto en los resultados. Si se utiliza esa estrategia, tal
como lo hicimos en las elecciones a diputados de la Asamblea en el 2005, que fue nefasto para el país. Aunque en esa oportunidad los resultados
fueron pírricos, favorecieron a la parte de los ciudadanos que votaron. Sus consecuencias fue el apoderamiento,
valga la redundancia, de los poderes públicos en forma total y absoluta. ¿La
decisión de abstenerse fue expresión de rebeldía o sanción moral? ¿Se produjo
algún desconocimiento de los candidatos electos? ¿Se volvieron a repetir las
elecciones? Y…¿en dónde puede suceder
eso? - “ … ¿onde está esa tierra, negro mojino, que
ya casi nos tienes la boca aguá?... son puras invenciones, pa conversá” como dice el poema “Habladurías” de Manuel Rodríguez Cárdenas.
Entonces ¿cuál es la motivación para ejercer nuestro
derecho a votar?
Es un asunto ético y moral. Cuando están en juego el
bien contra el mal, se nos enseñó desde niños, que nuestra opción debe ser
siempre por el bien. El sentir de los venezolanos hoy día es que estamos viviendo una de las épocas más
duras y negras de nuestra historia, que ha minado profundamente las bases éticas y
morales de la población. Pareciera que estamos cerca del caos y la anarquía
generalizada.
La libertad: Dios nos hizo libres. Ese es el más grande regalo que nos dio, después de la vida. La libertad es un
concepto muy amplio, abarca no solo a las personas individualmente, sino también como sociedad. Como seres humanos
únicos e irrepetibles tenemos la libertad de decidir y construir nuestro futuro
personal, nuestro proyecto de vida. Para ser verdaderamente libres necesitamos
de educación de calidad, garantías de servicios de salud eficaces y que existan
condiciones socio económicas para vivir libremente. La libertad plena la
alcanzaremos cuando seamos realmente útiles, autónomos y capaces de
autofinanciarnos a nosotros y a nuestras familias. Como sociedad debemos tener
libertad de expresarnos, de conciencia, de poder elegir a nuestros gobernantes,
quienes deben ejercer la responsabilidad y autoridad del país. La elección de
las autoridades para ejercer el Poder Ejecutivo y Legislativo, según la Carta
Magna de Venezuela, es un derecho y un deber de los ciudadanos. Y quizás una de las bondades de la democracia
es que pueda autocorregirse haciendo posible la alternancia en el ejercicio de
las funciones públicas donde “dos o más partidos… puedan sucederse en el poder
dentro del marco de las instituciones existentes” (DLI). Es lo más sano para una sociedad. Le da equilibrio
y la oportunidad de autocorregirse porque sabemos que cada cierto tiempo
podemos cambiar a quienes nos gobiernen en beneficio del bien común.
La dignidad de la persona humana. Dios nos creó a su
imagen y semejanza y heredamos la dignidad de hijos de Dios. Consiste en que el hombre actúe según su conciencia, es decir,
movido e inducido por convicción interna y personal y no bajo presión de un impulso interior o por mera coacción externa (CIC
1705). Para ello se requiere que prevalezca el bien común, es decir, el bien de
la sociedad sobre los intereses personales o grupales. Esto implica que sea la
dignidad del hombre el modelo que sirva para evaluar y planificar la vida en sociedad.
Por su dignidad, el respeto de las
personas es absolutamente indispensable. Es la base del entendimiento e
interacción en la sociedad.
El bien común es uno de los principios de la doctrina social de
la Iglesia junto con la subsidiariedad y la solidaridad. Se entiende como “el conjunto de las condiciones de la vida
social que hacen posible para las asociaciones y a cada uno de sus miembros el
logro más pleno y más fácil de su propia perfección” (Concilio Vaticano II). Cada uno de nosotros, como individuos, debemos
asumir nuestro papel en la sociedad conforme al bien común, esto nos impele a
una conversión interior para que actuemos entendiendo que el bien común está
por encima de nuestro bien personal o grupal. Así mismo, quienes ejercen actividades
de gobierno y conducción del país deben tener como norte el bien común para desarrollar
sus políticas en todos los órdenes de la vida nacional.
Convivencia social donde se respete a las autoridades,
pero que también las autoridades respeten a los ciudadanos y que las normas
establecidas para esa convivencia se respeten y haya justicia. Donde se aplique
el principio de la solidaridad tanto individual como colectiva: en el plano
individual, atendiendo a las necesidades de la personas como tal, en especial
de las más necesitadas. Desde el punto de vista colectivo, atendiendo a las
necesidades de las organizaciones privadas garantizándoles sus derechos a la
propiedad y a poder ejercer su acción de
beneficencia o solidaridad con las personas que así lo requieran, así como
poder producir bienes o prestar
servicios que contribuyan a satisfacer las necesidades de la población, fomenten
la iniciativa privada y la responsabilidad de cooperación con el poder público.
La acción del Estado debe estar orientada a las personas como lo que son:
personas, que sea el sujeto al cual va
dirigida su acción y no como objeto que se utiliza para lograr fines de interés
personal o grupal.
Por todas las consideraciones anteriores consideramos
que tenemos el deber ineludible de VOTAR el 6 de diciembre de 2015.
Caracas, 16 de noviembre de 2015
Ligia Valladares de Salcedo
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