mercredi 25 janvier 2017

¡TODOS SOMOS ACTORES!

Y...¿por qué estoy aquí? Es una pegunta que se hacen, para su adentro, muchos venezolanos fuera del país cuando padecen la sensación de desarraigo. Por circunstancias muy especiales, que no viene al caso explicar, nos encontramos en un país que no es el nuestro. Dicen que es uno de los países mejor para vivir, con una calidad de vida extraordinaria, pero no es nuestra Venezuela. Nuestro terruño amado.
La sensación que sentimos es que nos han arrancado, literalmente, de nuestra tierra, para sembrarnos en otra, con la esperanza que  echemos raíces. Los minerales y la tierra no son iguales  a los que estamos habituados. Los olores, los sabores, la música. El clima y el idioma diferente. Nostalgia por la familia, los amigos... Sentimos que tenemos unas raicillas jóvenes y endebles que tratan de arraigarse a otra tierra, pero no llegan a darnos el soporte que toda planta, pesada, adulta ya vencida, necesita. El desarraigo es fuerte. Nos consuela siempre que estamos cerca de los hijos que nos quieren y que son especialmente delicados en darnos  amor, calor, soporte y comprensión que no tenemos en Venezuela.
Nos relacionamos con muchos venezolanos que decidieron huir del país. Muchas personas opinan que quienes se han ido optaron por la salida fácil de emigrar. Nada más lejos de la realidad.  Si se quiere podría considerarse una decisión traumática. Tienes que empezar por hacerte de nuevos amigos que sean realmente compatibles con tu modo de ser. Es una falacia pensar que cuando se emigra, los nacionales de los países receptores nos están esperando con los brazos abiertos porque somos unos cráneos, como dicen los jóvenes, o lo más común y erróneo es creer que cuando sepan lo inteligente, preparado y buena gente que eres, te lloverán muchas ofertas de trabajo y prontamente lograras satisfacer tus necesidades y las de tu familia. Mentira. Todo lo contrario, para empezar eres un inmigrante y, como dice el chiste, una cosa es de turista y otra muy diferente de inmigrante. Muchos recelan de los extranjeros y prefieren darle los buenos puesto de trabajos a sus nacionales, como es natural.  En muchos casos no consigues laborar en lo que te especializaste o te dan un trabajo inferior al que tu habías llegado en el país. Hay quienes piensan que al llegar de inmigrante vas a mantener tu mismo nivel de vida como tener carro, casa propia, tomarte tu cervecita de vez en cuando, ir al cine habitualmente, etc. Tienes que cortar mucha tela, pasar por muchas dificultades y, a la larga, te iras integrando poco a poco. Siempre serás extranjero.
Los seudo analistas políticos critican porque los que emigraron evadieron la responsabilidad, mientras que los que viven allá pasan trabajo y necesidad. Se consideran mejores ciudadanos, valientes, arriesgados y que  dan el pecho para inmolarse por la patria. Me consta que hay muchos que se inmolan.  Que se hayan marchado  fuera del país casi tres millones de personas no quiere decir que no quieran a Venezuela y que si las condiciones cambian, muchos no dudarían en regresa.
Ahora bien, esa diáspora es demasiado grande para ignorarla y sumada al 80% que decidieron por una Asamblea Nacional de la oposición, constituyen una poderosa fuerza. Están vivos observando lo que pasa en Venezuela y explicándole al mundo lo que se padece y desconcertados con lo que diariamente se publica de calamidades, necesidades, sufrimientos. Es una pena, pero en estos 17 años se le ha truncado la vida a millones de persona. Nadie tiene derecho a decidir tu vida. Y eso es lo que se ha pretendido hacer.
No logramos explicarnos como un país puede seguir jugando a una política que no es tal. Sin un Estado donde prevalezca el Derecho de todos, sobre intereses particulares y mezquinos.  ¿Dónde se ha visto que poderes legalmente constituidos sean ignorados, vejados, amenazados? El gobierno es abiertamente represivo, autoritario y fascista. Y una oposición donde habitan demasiados aspirantes a disfrutar del poder, que no logran ponerse de acuerdo para funcionar como un bloque que se haga sentir, con políticas y estrategias para lograr el cambio que se requiere. Que si ese cambio se logra, con el favor de Dios, no se lancen, desesperadamente, a darle palo a una piñata, vendados los ojos, cada uno proponiendo, a cual más heterogénea y aislada, una solución inmediata. ¿Será que realmente piensan en Venezuela, o más bien, en su particular visión desarticulada? Se necesita  un objetivo preciso, un plan de acción a gran escala ( nacional e internacional), un proyecto de la Venezuela posible y de cómo se podrá lograr.
Con mucha frecuencia surgen otras dos o tres personas más que proponen un camino para salir de este embrollo. Pero no es un simple “quítate tu para ponerme yo. No hay unidad de acción y de visión de lo que queremos: un nuevo país, prospero, fuerte, sin  discriminaciones,  con mejores condiciones sociales, con una política de reforzar todo un sistema de valores que ha sido arrasado, con un sistema económico que reanime el aparato productivo, etc. Cada día la meta se ve más lejana.
Cada día nos asombra más que la institucionalidad vaya como camión desbocado  por una pendiente que está próxima al precipicio. Pareciera que jugáramos a profundizar la anarquía ¡Todos somos  actores!
San José, 20 de enero de 2017
Ligia Valladares de Salcedo