Mensaje a la oposición venezolana
¿Acaso podrán
caminar dos juntos si no están de acuerdo? (Amós 3, 3). Los desacuerdos, las
diferencias, los puntos de vista distintos son normales y naturales, y son
tantos, como tantas personas existan. Pero para lograr objetivos sociales, políticos
y económicos que beneficien a la sociedad, en su conjunto, es indispensable que
se busquen acuerdos básicos en los que participen, directa o indirectamente, la
mayoría de la población afectada. Ese es el nudo que tenemos que desatar en
Venezuela para poder solucionar la debacle que sufrimos. La estrategia de
acción pudiere ser el diálogo entre los
actores que sean escogidos como representantes de los distintos grupos,
organizaciones, sociedad civil organizada, Academias, estudiantes organizados e
individualidades, que tengan un peso específico al momento de aportar ideas y de
llevarlas a la práctica.
Leyendo una
síntesis del mensaje del Papa Francisco a las XLVIII Jornada Mundial de las Comunicaciones
Sociales, encontramos que dice: “Dialogar
significa estar convencidos de que el otro tienen algo bueno que decir, acoger
su punto de vista, sus propuestas. Dialogar no significa renunciar a las
propias ideas y tradiciones, sino a la pretensión de que sean únicas y absolutas”.
Ahora bien, debemos tener conciencia, al dialogar, que el tratamiento de los
distintos temas no vayan en contra de los principios morales y éticos de los
participantes. Eso no es aceptable. Y algo sumamente importante: debemos abrir
nuestras cárceles particulares, que son semejantes a la cárcel donde Herodes
hizo recluir a San Pedro, pero que en nuestro caso, nosotros mismos las hemos
construidos con nuestros egoísmos, debilidades, intereses económicos, de poder,
de ambición por detentar un cargo público de relevancia que pudiere significar
la posibilidad de hacer negocios, la falta de honestidad y transparencia en el
manejo de los dineros públicos, las conductas de triquiñuelas y negociados, etc.
Los muros son tan altos y los barrotes son tan fuertes que nadie puede
saltarlos o romperlos, excepto nosotros mismos,
que tenemos la llave para abrir esa
cárcel desde nuestro interior. Quienes
tienen el oficio de políticos que van a un diálogo deberían salir de sus
cárceles individuales y grupales, y
entender que el bien común y las necesidades de la sociedad venezolana, y del país,
son la prioridad en este momento. Lo primero es lo primero. Y, ¿qué es lo
primero en este momento de nuestra menguada patria? Buscar una salida a la
situación política del país que implique un cambio en su sistema económico, social y político. Pareciera que quienes
tienen vinculación directa con la política o con los problemas del país, están tan
ciegos que no vislumbran que sus omisiones son parte importante de las causas
de los males que padecemos. Es hora de que surjan los verdaderos liderazgos, no
tanto de los que aparezcan en los medios de comunicación, como aquellos que
tengan capacidad de interactuar con los
otros, poder de convencimiento, bien formados con valores y criterios; ingenio,
ojo y olfato para percibir lo que hoy
se juzga indispensable; en fin, lo que hoy se le exige a todo aspirante
a liderar organizaciones: que sean proactivos en función de un cambio de país.
Se lee en la
prensa los siguientes comentarios entre distintos grupos: que la MUD tiene
contactos con otros grupos políticos con quienes adelantan conversaciones; que
los logros alcanzados por la MUD son muy importantes; que la MUD no representa
al colectivo nacional; que hay unos cuantos grupos anárquicos sin cabeza
visible, que algunos grupos de twiteros sin rostro pretenden una salida de fuerza, etc. Es como se dice en
criollo: “muchas manos en el mismo plato ponen el caldo morado”, pero bailando “un
baile sin son ni ton”. También, se escucha cómo se debe confrontar la situación
del país en este momento: esperar las elecciones del 2019, convocar una
constituyente, llegar a acuerdos políticos con grupos del gobierno, una salida
a través de los mecanismos que establece la Constitución, otros son partidarios
de una salida de fuerza, etc.
La magnitud
de la crisis es tal que pensamos que “para luego es tarde” y nos impele (o
convoca) a todos a buscar una solución. Pensamos
que debe hacerse un Acuerdo Nacional por la Libertad y la Democracia (siguiendo
los consejos bíblicos del Profeta Amós), parecido al Pacto de Punto Fijo (que
mucha gente ve como con grima, quizás porque no conocen bien las causas que lo
originaron, o por la forma como se hizo política después de alcanzar el
objetivo de salir del dictador Pérez Jiménez). La meta debería ser cambiar este sistema político-económico. Esto implica un
objetivo primordial: definir cuál o cuáles estrategias a seguir. No creemos que
sea una sola . Para conseguir la meta
deseada es necesario integrar las diferentes estrategias (con sus motivaciones
específicas) a fin de lograr la misión, pero con el apoyo colectivo para obtener
el éxito. Se necesitan estrategas, planificadores sociales y mucho trabajo de
todos quienes tengan algo que aportar. Es la hora de los verdaderos y valiosos líderes.
Pidámosle a
Dios como lo hizo Salomón cuando fue escogido como Rey de Israel: “Dame, pues,
a mí, tu servidor, la capacidad de juzgar bien y de decidir entre lo bueno y lo
malo, porque si no, ¿Cómo podría gobernar este pueblo…” tan dividido y con
tantos problemas? (1 Reyes, 3,7).
Solo unidos y
con una meta común podemos ser poderosos.
Montreal, 17
de julio de 2014
Ligia
Valladares de Salcedo
Artículo publicado en www.reportecatolicolaico.com