mardi 26 mai 2015

¡DESGARRO Y DESGARRON!

El día de las madres, nuestro hijo que vive en Montreal y sus pequeños hijos canadienses, la niña de 8 y el varón de 5, se comunicaron con nosotros por Skype (una consuegra me dice que el Skype es el mejor invento del ser humano porque le permite ver a su nieto, tan lejano, en cualquier momento). Nuestro regalo fue que nos cantaran la canción llamada Venezuela (Pablo Herrero y José Armenteros, españoles) que se ha convertido en el tercer himno nacional de Venezuela. La hemos oído muchas veces en el extranjero y la sentimos de verdad como un himno. Me conmovió profundamente,  se me salieron las lágrimas. La cantaron completa. Aunque viven en una región francófona, ellos hablan perfectamente el español. Sienten a Venezuela como la viven sus padres, y como lo que es: SU PATRIA  que les está vedada. Es un destierro voluntario.  Y así es, es la  patria de ellos, de todos los que se han ido y de todos los que la estamos sufriendo y, aunque nos duela,  también la de unos cuanto que se la están “viviendo”.

¿Quién dijo que cuando unos gobernantes llegan al poder   la patria son  ellos? Es de todos, ¡caramba! Ellos ejercen el gobierno en forma temporal, mientras dure su período de gobierno, pero ellos no son la patria. Es de todos: los que aquí vivimos y de los que se han ido. No nos la pueden enajenar, ni regalar a nadie, pues no es su propiedad privada, lo que sí han podido hacer y, muy bien hecho, es vejarla, empeñarla y traicionarla, con la peor de las traiciones como es   la lesa patria .Y también le han diezmado en  los valores morales y éticos de la población que es un crimen de lesa humanidad.

Ante la avalancha de gente que se ha ido, que no son cuatro gatos, hasta fines del año pasado se decía que se habían ido aproximadamente un millón ochocientas mil  personas, pero en este trimestre se ha dado una estampida feroz. Si en la UCV dicen que se otorgan aproximadamente 4000 certificación de calificaciones al mes, al año serán 48000, sin contar las otras universidades públicas y privadas. Y esto es así mes por mes. ¿Por qué se van? Son múltiples y a veces complementarias las razones: los que temen por la educación de sus hijos; por la inseguridad;  porque no tienen perspectivas de su futuro profesional; porque sus ingresos cada día valen menos, porque no soportan tanta humillación y tanto dolor para  poder conseguir los alimentos básicos y, peor aún, las medicinas; porque no están encontrando médicos bien formados, ni abogados, ni educadores, porque la educación va cobrando cada día más los visos de la manipulación humana más detestable: la ideologización; por la falta de puestos de trabajo. El primer empleador es el Estado y tiene su clientela cautiva en sus seguidores o en los que pasan agachados por la necesidad. En… fin es muy  largo seguir enumerando esos porqués.

Este es un desangramiento bárbaro de Venezuela. El gobierno le importa un bledo, aunque de repente, con un aire de cinismo extremo, dicen que los países extranjeros nos están robando nuestros talentos. Aunque en esa constante alharaca sin sentido, algunas veces han dicho : “ Y al que no le gusta que se vaya del país”, ¿Y por qué, acaso también no es el país de todos ellos? Como si  fuera tan fácil tomar esa decisión. Estamos perdiendo  la sangre joven y la gente es como la savia de los árboles. Sin savia el árbol no sobrevive. Sin ciudadanos, en especial, bien formados y preparados, ese hermoso árbol que llamamos patria sobrevivirá muy mal, raquítico y vulnerable.

A un país que tenía en 2010  aproximadamente veintiocho   millones de habitantes ¿cómo le puede ser indiferente perder casi dos millones de personas? No son exiliados analfabetas.  Pongamos que un 70% de ellos tiene educación superior. ¿Sabrá el gobierno  cuánto cuesta en dinero, esfuerzo, horas de trabajo, infraestructuras educativas, sacrificios de los estudiantes y de sus padres para llegar a ser profesionales universitarios? Es inconcebible que no tengan conciencia de lo que está pasando. Fenómeno que ocurrió hace unos años en países como Bolivia, Ecuador, Perú, Argentina, principalmente por factores políticos y económicos (cualquier parecido con nuestra realidad es coincidencia). Y a esos países les ha costado muchísimo recuperarse. Oportunidades perdidas para Venezuela y para tantos jóvenes que se han embarcado en esa aventura y, por otro lado,   el mal manejo de los dineros públicos y la imposición de una sociedad comunista castrista han producido un desgarrón como país.

¿Y el desgarro familiar? El dolor de los hijos que se han ido. Es dramático. En una reunión íntima de un amigo que cumplió 60 años y sus hijas vinieron del extranjero para acompañarlo, tuvimos la oportunidad de preguntarles sus sentimientos a otros muchos  de los presentes de lo que llaman hoy “padres huérfanos”,  porque cuando muere un hijo no hay nombre que darle a los padres, ¿conocen por casualidad algún nombre que los identifique? Porque si conocemos los  de huérfanos, viudos(a), pero que unos padres se queden sin hijos “no tiene nombre”.

Resumimos las respuestas:
De las negativas: Nos están quitando parte de la vida. “Terrible, gran dolor, no estoy contenta porque están lejos”. “¡Desgarro!” Nos hace falta el abrazo, el cariño, el apoyo de mis hijos y nietos”. Somos los padres huérfanos de hijos.  Muy  fuerte sobre todo por los nietos.

De las conformes: Es mejor dormir tranquilo porque no están aquí a vivir con angustia por lo que les pudiera pasar. “Tranquilos porque no están aquí”.

Los padres que ya somos viejos, es cuando necesitamos más el apoyo, el abrazo, la comprensión, el auxilio de hijos y nietos. Nos basta verlos por Skyype y estar informados por Whatsapp. Nos contentan que estén bien y que, con el favor de Dios, puedan desarrollar todas sus potencialidades y ser mejores padres, esposos y ciudadanos. Los que viven en ciudades donde funciona la cohesión entre grupos de venezolanos, personalmente hemos visto, concentraciones pidiendo reivindicaciones políticas y sociales para Venezuela, hacer lobby con los políticos de allá, celebrar las fechas patrias y las parrandas navideñas, se consiguen hasta los cachitos con jamón, queso y otros ingredientes y restaurantes que ofrecen comida sin gluten, es decir,  con nuestras famosas arepas, etc. Eso es nostalgia de la patria, de la familia, de los amigos, de los olores, de los sabores, en suma, tratan de conservar, en la medida de lo posible, lo que aquí les han arrebatado. La muy manoseada supuesta “patria” que nos pregona el gobierno es la que pretenden imponernos con violencia y sangre. Y eso no es patria, es pura y simplemente autoritarismo. Ese es el desgarrón del país.

Caracas, 19 de mayo de 2015

Artículo publicado en Reporte católico laico
Ligia Valladares de Salcedo