Repasemos someramente las causas que obligaron a esos muchachos a salir a la calle:
Sus futuros en vilo, no saben que será de ellos mañana, porque hoy están sometidos a una “libertad condicional” que se manifiesta en la inseguridad personal, que fue una de las causas que originaron las protestas. Parece que en este país existe una orden de exterminar a los hombres jóvenes. A diario vemos que mueren en una cantidad alarmante; los roban, igual que a todos los mortales que aquí vivimos; los secuestran; hasta en las propias aulas de clase irrumpen los cacos para quitarles sus pertenencias.
Si piensan en qué van a trabajar cuando se gradúen, la cosa no es fácil: empresas cerradas, industrias paralizadas, producción escasa, exclusión laboral y de oportunidades. El Estado, como el mayor empleador del país, no acepta como empleados, trabajadores o contratistas a quienes no son del partido de gobierno.
Con el sistema educativo que tenemos pretenden llevarnos a un pensamiento único, cuando la educación que esos jóvenes están recibiendo, por lo menos en las universidades autónomas y privadas, es una educación universal. No hablamos de las universidades bolivarianas porque no conocemos los pensa y programas de estudio, pero recordando el dicho que “por la maleta se saca al pasajero”, con las promociones de médicos de tres años simples, su formación no es equiparable a la que reciben en aquellas instituciones; sin embargo, se supone, que ambos grupos se cotizaran con el mismo valor en el mercado de trabajo.
Los muchachos sufren también lo que en sus casas debe ser una constante: el “no hay”. Sí, no hay todos los alimentos que se requieren y, en especial las madres tienen que vivir en un afán por conseguir lo necesario. No hay electricidad, no hay cemento ni cabillas para hacer unas reparaciones menores en sus casas, no hay posibilidad de comprar lo necesario y, así, una letanía de carencias.
A todo esto se suma que hemos perdido la libertad de información. Para un joven, que está pendiente de todo lo que sucede en el mundo, esta es una carencia vital. Por otro lado, la información que se ofrece en los medios de comunicación del Estado, es de que tenemos un país maravilloso, hemos alcanzados metas inimaginables. Las deficiencias de los menos favorecidos se deben al “imperio” o a los “ricos”, pero no al gobierno que tiene 15 larguísimos años en el poder. Esto se dice, como en la época de Hitler, las 24 horas de cada uno de los 365 días del año. Esta es la información que llega a la mayoría de pueblos y caseríos porque el monopolio de los medios de comunicación, a nivel nacional, es del Estado.
La reacción de los muchachos ha sido espontánea y pacífica, tratando de ser escuchados y atendidos en sus reclamos, que ellos consideran es la violación de sus derechos y de su libertad personal y ciudadana. La respuesta no fue recibirlos y dialogar para encontrar una salida a sus inquietudes y problemas. La respuesta ha sido una canallada: Violencia, crueldad, ensañamiento, demostración de la mala calaña de quienes han defendido esas agresiones. Están mancillando a esos jóvenes por lo que es un derecho que ellos están exigiendo y es una obligación del Estado darles. No es plomo lo que dice la Constitución, son derechos que el Estado y el gobierno, que es su ejecutor, están obligados a respetar. El más importante en esta oportunidad, es el derecho a la protesta pacífica. A esto se suma que no hay un poder judicial autónomo que decida en situación tan difícil. Es deber del gobierno reflexionar y llamar al diálogo. Los derechos y las libertades no se negocian ni se ceden. ¡Se defienden!
Una gran parte de la población de este país está de acuerdo con los planteamientos de los estudiantes y los hacemos nuestros. Personalmente no salimos a la calle porque a mis 76 años soy más bien un estorbo. Ya salí lanzando piedras contra el régimen de Pérez Jiménez y he acompañado, hasta en el pasado reciente, a los jóvenes universitarios en muchas de sus reclamos.
Después de la Gracia de Dios, la libertad es el más importantes don que Dios no ha dado. Cualquier tipo de esclavitud y sometimiento forzado, vulnera nuestra dignidad y nuestra integridad; en particular en estos casos la integridad física, moral y espiritual de los jóvenes.
La cantidad de muertos, heridos, detenidos, agraviados, mancillados, maltratados, clama al cielo. Recordemos que “Cristo quien dio testimonio de la verdad, no la impuso por la fuerza a los que le contradecían, porque el hombre debe responder libre y voluntariamente, pero no por la fuerza”. Esta juventud es libre de decidir su destino. “El hombre no debe someter su libertad personal de modo absoluto, a ningún poder terrenal sino sólo al Señor Jesús: el César no es el Señor” (Catecismo de la Iglesia Católica 450). Así lo entendemos y lo defendemos.